Los seres humanos resolvemos problemas todos los días. Desde que nos levantamos de la cama empezamos a tomar decisiones acerca de nuestras actividades cotidianas y comenzamos a actuar en consecuencia.  Sin embargo, muchas de nuestras elecciones obedecen a patrones de conducta cotidianos y llega un momento en que éstas se vuelen operaciones mecánicas y repetitivas. También, es posible que podamos  encontramos en otras situaciones donde debamos lograr cierto objetivo difícil de cumplir, porque existen obstáculos que nos lo impidan, a cada uno de éstos lo llamaremos problema.

Ante un problema, surgen algunas preguntas como: ¿tiene solución? De ser así, ¿tiene más de una? ¿Cómo podemos corroborar que hemos resuelto dicho problema? Por lo tanto, el siguiente concepto interesante es el de solución, cuya definición es:  “una serie de pasos ordenados y posibles que resuelven un problema”. Este concepto tiene dos implicaciones importantes: la primera, es que, si se cambia el orden de los pasos, o se proponen otros, la solución será estrictamente distinta, y la segunda es que dichos pasos deben poder ser llevados a cabo, y si alguno no tiene esta característica se volverá un obstáculo para la solución, es decir, en otro problema.

Otro aspecto a tomar en cuenta es el tiempo que lleva ejecutar todos los pasos de la solución, ya que, si es demasiado, quizá  el problema se resuelva demasiado tarde –o nunca–, por lo que disminuir el tiempo de solución se vuelve un nuevo problema; entonces cobra mayor importancia desarrollar una técnica o procedimiento para saber si un problema puede ser resuelto.

Finalmente, corroborar que se ha resuelto un problema es una labor que en ocasiones puede ser sencilla, pero no siempre se plantea y en muchas ocasiones terminamos resolviendo un problema distinto al que planteamos sin darnos cuenta (hasta que llevamos a cabo nuestra solución). 

En el IIMAS, los planteamientos anteriores son el pan de cada día, no solo por dedicarnos a resolver problemas como parte nuestra labor científica o institucional, sino por la orientación del personal de los distintos departamentos que confluyen en el Instituto, ya que tenemos ciertas habilidades propias de nuestro campo que nos permiten ser solucionadores de problemas en la forma antes planteada.  En 2006, Jeanette Wing definió este conjunto de habilidades como Pensamiento Computacional(1) y algunas de las más importantes son: Capacidad de abstracción a diferentes niveles; analizar problemas desde el punto de vista del ser humano, para posteriormente sistematizarlos; Pensamiento matemático aplicado a distintos entornos, entre otras.

Wing también nos dice que estas habilidades pueden ser adquiridas por cualquier persona, pero no por estar involucrados en trabajos relacionados con la computación o las matemáticas (como lo programadores) necesariamente adquirimos estas habilidades.  También señala que la exposición a modelos y métodos computacionales son clave para desarrollar dichas habilidades. Es decir, nuestro Instituto cuenta con un gran grupo de académicos capaces de usar el pensamiento computacional en sus actividades cotidianas e inclusive transmitirlo a las nuevas generaciones.

Por lo anterior, es de gran importancia transmitir este conocimiento a cualquier interesado, y una forma en la que se pretende hacerlo es a través de cursos dirigidos a niños y niñas, además de estudiantes de licenciatura, incluyendo otras actividades orientadas a darlo a conocer, y esto es porque el pensamiento computacional es una herramienta que ayuda a las personas a vislumbrar una vida mejor cuando aprenden a resolver los problemas que se les presentan en la vida cotidiana.

 

Referencias
  1. Wing, J. M. (2006). Computational thinking. Communications of the ACM, 49(3), 33-35, http://doi.org/10.1145/1118178.1118215

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